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  • ¿Te hicieron 'mal de ojo'? En el Mercado Juárez, en Torreón, una mujer con manos 'mágicas' lo quita

El Mercado Juárez se encuentra en el estado de Coahuila (Kirk Castillo ).

Teresa es una mujer con un puesto en el Mercado Juárez, de Coahuila, donde sana a las personas con los conocimientos que le heredó su abuela.

En el corazón palpitante de Torreón, Coahuila, donde los aromas de hierbas secas, frutas frescas y especias se mezclan en un torbellino de recuerdos, se encuentra el Mercado Juárez, un recinto que guarda más que simples puestos y mercancías.

Entre sus pasillos bulliciosos, donde conviven la tradición y el presente, vive y trabaja una mujer que se ha convertido en leyenda para quienes buscan alivio fuera de la fría asepsia de un hospital: Teresa, la sobandera, capaz de curar con sus manos hasta el mal de ojo.

Su rincón no necesita letreros luminosos ni anuncios llamativos; basta con seguir el murmullo de quienes aseguran haber sanado gracias a sus manos. Allí, entre frascos de alcohol, ungüentos preparados, hierbas colgadas y el inconfundible olor de las velas encendidas, Teresa practica un arte ancestral que mezcla la medicina tradicional mexicana con técnicas orientales, como el uso de las ventosas.

“Las ventosas vienen de la medicina china, pero aquí las mezclamos con la sobada, que es nuestra tradición. Yo las pongo sobre el cuerpo, y el vaso hace vacío. Eso jala las toxinas, la sangre mala y los gases que se quedan atrapados en los músculos. La gente le llama bolas de estrés o puntos gatillo. Después de la ventosa, queda morado, como si fuera un hematoma, pero es señal de que ya salió lo que estaba atorado”, explica Teresa mientras acomoda sus instrumentos de trabajo con la naturalidad de quien ha repetido ese ritual durante décadas.

La herencia de su abuela

La historia de Teresa no comenzó en un consultorio ni en una escuela de medicina. Sus primeras lecciones llegaron de su abuela, partera y curandera, quien, en las noches de luna llena, le enseñaba a reconocer los malestares por el simple tacto. 

“Mira, mija —me decía mi abuela—, en el cuerpo se guardan las penas y los corajes, y las manos sirven para desatarlos”. 

Desde entonces, la niña que corría entre los pasillos del mismo mercado aprendió que las manos también pueden rezar cuando soban, que cada movimiento es un canto silencioso a la salud.

Hoy, ya convertida en una mujer de sabiduría reconocida, Teresa asegura que no hace magia, aunque para muchos clientes su trabajo roza lo milagroso. 

“Yo no curo con palabras grandes ni con aparatos, yo sobo. Y al sobar también rezo, porque la fe ayuda a que el cuerpo se aliviane. Uno tiene que creer que va a sanar para que la sobada funcione”, comenta con serenidad.

Teresa
Teresa aprendió a tocar el cuerpo de las personas con las enseñanzas de su abuela(Kirk Castillo ).

Mercado Juárez, como un templo 

El Mercado Juárez, fundado en 1921, ha sido testigo de revoluciones, crisis económicas, inundaciones y, más recientemente, de la pandemia que vació sus pasillos. 

Sin embargo, para Teresa, el mercado es mucho más que un lugar de trabajo: es su templo. Allí, entre el sonido metálico de las básculas y los gritos de los vendedores, se mezclan los secretos de generaciones enteras.

“Aquí llegan de todo tipo de personas: albañiles con la espalda molida, secretarias con dolor de cuello, jóvenes con ansiedad y hasta deportistas que se lastiman los músculos. Algunos vienen porque ya fueron al doctor y no encontraron alivio; otros llegan porque su mamá o su abuela les dijeron: ‘Vete con Teresa, ella sabe’”, cuenta mientras acomoda un manojo de ruda y prepara las ventosas en agua caliente.

Mercado Juárez
El Mercado Juárez es un templo para Teresa(Kirk Castillo ).

Donde la ciencia y la fe se cruzan 

Aunque la medicina moderna mira con escepticismo estas prácticas, la historia demuestra que las ventosas no son un simple invento popular. Utilizadas en la antigua China desde hace más de dos mil años, también formaron parte de la tradición árabe, egipcia y griega. Hipócrates, considerado el padre de la medicina, ya recomendaba su uso para aliviar dolores musculares y extraer “aires malos”.

En la Comarca Lagunera, el arte de las ventosas se fusionó con la “sobada mexicana”, práctica que combina masajes profundos, friegas con alcohol o hierbas medicinales, y oraciones que invocan a los santos protectores. 

Teresa representa esa mezcla cultural única: entre el susurro de un Padre Nuestro y la presión de sus manos, lo físico y lo espiritual se entrelazan.

“Cuando yo pongo una ventosa, no nomás saco toxinas, también libero lo que la persona trae atorado en el alma. Muchos llegan con corajes guardados, con tristezas viejas. El cuerpo se enferma de lo que calla”, asegura con la mirada fija en el fuego de una vela.

¿Quiénes buscan a Teresa? Estas son las historias

Las anécdotas sobran. Un joven deportista de fútbol cuenta que, después de un desgarre muscular, Teresa lo atendió con ventosas y sobadas, y en menos de dos semanas volvió a entrenar. 

Una madre asegura que su hijo, quien sufría dolores de cabeza recurrentes, mejoró tras varias sesiones con la sobandera. Y hay quienes, aun sin un dolor físico específico, acuden porque sienten que “traen cargada la espalda” o “andan salados”.

“Hay quienes vienen y me dicen: ‘Teresa, siento que alguien me echó ojo’. Yo no sé si será cierto o no, pero lo que sí sé es que cuando los sobo y les paso la ventosa, se van más tranquilos, con el cuerpo más ligero. Y eso ya es ganancia”, relata con una sonrisa.

Teresa
La actividad de Teresa combina la ciencia con la fe( Kirk Castillo ).

Una tradición que resiste

En tiempos en que las farmacias de cadena y los consultorios exprés dominan la oferta de salud en la ciudad, Teresa resiste como un recordatorio de la sabiduría ancestral. 

Su consultorio improvisado en el mercado es más que un espacio de trabajo: es un lugar donde las personas encuentran consuelo, compañía y la certeza de que alguien escucha no solo sus dolencias físicas, sino también sus historias de vida.

“Yo le digo a la gente: esto no sustituye al doctor. Si tienen algo grave, vayan con el médico. Pero si lo que necesitan es alivianar el cuerpo y el alma, aquí estoy yo. La sobada es cariño en las manos, y el cariño también cura”, afirma.

Teresa
Teresa ayuda a sanar el cuerpo y alma de las personas(Kirk Castillo ).

Para aprender hay que tocar 

Mientras acomoda sus ventosas y prepara una nueva mezcla de hierbas, Teresa mira hacia el futuro con humildad. Sus hijas la ayudan de vez en cuando, pero ella sabe que este conocimiento no se puede enseñar solo con palabras. 

“Esto se aprende viendo, oliendo, tocando, rezando. Es como una canción: tienes que sentirla para poder cantarla”, dice.

El Mercado Juárez seguirá siendo, mientras Teresa esté allí, un espacio donde lo sagrado y lo cotidiano conviven en armonía. Y aunque muchos lo llamen superstición, quienes han sentido el alivio de sus manos saben que hay algo de verdad en su práctica.

Al final, como dice la propia Teresa: “Yo no soy doctora, soy sobandera. Y si con mis manos puedo quitar un poquito de dolor, ya con eso me doy por bien servida”.

RM

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