Sobrevivientes del derrumbe de la iglesia de la Santa Cruz, en Madero, Tamaulipas, renunciaron a buscar justicia por las 12 muertes que cobró una tragedia ocurrida un día como hoy de hace exactamente dos años. Un nuevo golpe los sacudió al conocer el dictamen que concluyó que no había delito que perseguir, y han dejado el caso en manos de Dios.

Dejaron de creer en la justicia de los hombres, pero esperan que la justicia divina llegue algún día, tras la pérdida de sus seres queridos y las más de 60 personas que resultaron heridas al desplomarse el techo del templo durante un bautismo comunitario.
Se cumplen dos años de aquel colapso que cimbró a Tamaulipas y conmovió al mundo: la caída de una loza cuyos escombros sepultaron a familias enteras que jamás imaginaron que encontrarían la muerte en la casa de Dios.
Sin delito que perseguir
Poco después de las 14:00 horas de ese domingo soleado, sobrevino la tragedia en la parroquia ubicada en la colonia Unidad Nacional de Madero, ciudad que junto con Tampico y Altamira conforma la zona conurbada del sur de Tamaulipas.
La muerte no respetó edades: lo mismo fallecieron niños que adultos, hombres que mujeres, residentes locales que personas originarias de otras regiones. Lo ocurrido puso sobre la mesa la vulnerabilidad estructural de edificaciones religiosas y la falta de protocolos de protección civil para garantizar la seguridad de los feligreses, sobre todo en instalaciones más antiguas.

Familiares de las víctimas y sobrevivientes se unieron para pedir que se deslindaran responsabilidades y que el hecho no quedara impune. En medio de su dolor sacaron fuerzas para iniciar una batalla legal que removía profundamente sus heridas, pero a la vez les daba esperanza de justicia.
Sin embargo, para la Fiscalía de Justicia de Tamaulipas no hubo delito que perseguir. Emitió un no ejercicio de la acción penal, argumentando que el techo se vino abajo por el paso natural del tiempo, la humedad y la salinidad característica de esta zona rodeada de mar, ríos y lagunas. Y el juez le dio la razón.
“Mis clientes ya no quisieron darle continuidad después de que el juez Sergio Arjona, en la audiencia de garantías, resolvió que el Ministerio Público tenía la razón, a pesar de que se le hizo ver que no estaba actuando como un fiscal; en todo momento actuó como abogado defensor de la iglesia”, subraya el abogado Roberto Ramírez Padilla.

Después de que el juez penal confirmó que no había a quién culpar y que la loza se cayó “por causas naturales”, aún quedaban dos vías: la apelación ante el Tribunal de Justicia del Estado o un amparo de la justicia federal que ordenara seguir investigando; pero los afectados ya no quisieron seguir luchando. Quieren vivir su duelo con tranquilidad.
“Me dijeron que lo dejaban a la justicia de Dios; ya no querían seguir recordando lo que sucedió ni comparecer ante ningún tribunal. Evitaron el desgaste emocional que implicaba continuar el procedimiento, darían vuelta a la página y seguirían adelante con sus vidas”, menciona el ex asesor jurídico de 15 de los sobrevivientes.
La conclusión del accidente
La Unidad de Investigación Uno de Madero consideró que no hubo mano humana que generara una afectación, que no se actuó con dolo ni intervino un tercero para que el templo se cayera: fue un accidente. A decir de la defensa legal, no se cumplió la obligación de buscar responsables, aludiéndose peritajes de arquitectos e ingenieros de la UAT, Guardia Nacional y la misma Fiscalía.
“Nos parece incongruente su versión, porque de ser así, otras parroquias con mayor antigüedad o más cercanas a la playa ya habrían colapsado o sufrido algún daño en su estructura. Ni siquiera se citó a declarar al padre ni a Protección Civil; solo les requirieron informes. Hubo muchas anomalías, faltó investigación”.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos, agregó, comunicó a dos sobrevivientes “que efectivamente el Ministerio Público actuó mal, porque no es posible que el templo se haya caído por la humedad y la salinidad de la zona”.

El jurista sostiene que fue negligencia del personal de la iglesia. La parroquia tenía entre 50 y 55 años de edificada y nunca tuvo una inspección de Protección Civil en toda su vida.
“Se construyó a la buena de Dios e incluso párrocos que estuvieron antes del padre Ángel dijeron que ellos solo se dedicaban a administrar e ir resolviendo necesidades; jamás se entregó a Protección Civil un plan interno de riesgo”.

Asegura que existió una clara omisión por parte del párroco adscrito al templo de la Santa Cruz, quien solo envió un escrito al fiscal donde manifestó que había impermeabilizado la parroquia con ayuda de un tercero, cuya identidad no proporcionó.
“En el mismo expediente se asentaba que el tensor no era el adecuado, que la loza de la parroquia era origami (formas geométricas y angulares), no tenía estructura y no había planos, memorias ni siquiera licencia de construcción para ese templo”.
“Es como un huracán, ¿a quién culpamos?”
El vicario general de la Diócesis de Tampico, Daniel Zapata Huesca, afirma que si el derrumbe de la parroquia fue un accidente, entonces no hay responsabilidades que fincar.
“Hasta donde yo sé, todavía no se ha cerrado la investigación, pero hasta donde va indica que fue un accidente y no hay responsabilidad; es como un tornado o un huracán, ¿a quién culpamos?”.
El representante de la Iglesia católica en el sur de Tamaulipas —donde no se tiene obispo desde el pasado mes de marzo— lamenta los fallecimientos registrados y las lesiones que dejaron discapacidad en algunas personas que lograron salir con vida de entre los escombros.
“Al padre Ángel le tocó la desgracia de haber estado ahí; él se lamenta por qué no se fue él y no tantas personas, pero nosotros no decidimos quiénes mueren y quiénes no. Con el llanto y la tristeza en su corazón, luego, luego se puso manos a la obra con autoridades y civiles que apoyaron durante y después de la tragedia”.

El también responsable de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Madero menciona que esta es una fecha de luto y de tristeza, pero también de oración y de esperanza; llama a continuar apoyando a los afectados, como el niño que perdió a ambos padres ese domingo y quedó bajo el cuidado de sus abuelos.
“El gobierno está apoyándolos, buscándolos y dándoles un trabajo para su sostenimiento. Nosotros seguimos dando acompañamiento. Desde el primer momento, don José Armando Álvarez Cano (entonces obispo) nos comisionó a los sacerdotes: unos en las funerarias, otros en los hospitales, otros visitando a las familias en sus hogares; todos llevando atención integral”.

A raíz del colapso, la Secretaría de Gobernación pidió a la Diócesis revisar las estructuras de todos los templos; por el parecido en la construcción de la parroquia Cristo Resucitado, esta se mantuvo cerrada alrededor de un año hasta reforzar el inmueble y garantizar que no representara peligro.
“Sirvió para que en todos los templos hiciéramos revisiones y aparecieron algunos detalles menores, como goteras. Se creó además un grupo de arte sacro para supervisar las nuevas construcciones que se van haciendo y comprobar que cumplan lineamientos de ingeniería civil y el aspecto litúrgico”, puntualizó.
Construyen memorial por las 12 víctimas
“Quedas dañado para siempre”, afirma el párroco Ángel Santiago Vargas Uribe al hablar de lo vivido el 1 de octubre de 2023. Expresa que “por los recuerdos que habitan en el corazón”, hoy que se cumplen dos años de la tragedia, “va a ser un día complicado”.
“Aquí hay personas que fallecieron, sus familias que sufren y mucha raza que estuvimos dentro. A lo mejor unos más, otros menos, pero todos de repente por ahí soñamos todavía; oyes un ruido fuerte y te sobresaltas, andas nomás viendo los techos… quedas dañado para siempre”.
El pueblo y la Iglesia se unieron para levantar un nuevo templo bajo una techumbre aledaña a la parroquia que se desplomó. También se ha instalado un memorial desde donde se podrá orar por el eterno descanso de las 12 víctimas, el cual tiene una caída de agua para representar el bautismo que se celebraba ese día.
“El agua es eso: es limpieza, es pureza, es vida. Ellos vinieron a abrir las puertas del cielo a unos niños, y al final Dios les abrió las puertas del cielo a ellos, y es lo que queremos representar”, explica el padre.

El religioso destaca la participación de los fieles en las actividades que se llevaron a cabo para recaudar fondos e instalar el templo provisional, al que integraron los aires acondicionados que se lograron rescatar del derrumbe. “No empezamos de cero”.
“Aquí la raza es muy participativa; si haces un mole, si vendes agua de jobito, la gente jala; la comunidad regala tabla roca o cosas por el estilo, el municipio nos apoyó con la pintura, terminamos el interior y estamos con la parte frontal”. El párroco espera que el paso del tiempo los ayude a todos a sanar las heridas físicas y emocionales.

Mientras tanto, hay personas que continúan necesitando cirugías y rehabilitación por las fracturas sufridas tras haber quedado bajo los escombros. Está el caso de un papá que, al proteger y salvar a su hijo, le cayó un pedazo de loza en la pierna; fue operado hace cuatro meses y va sanando poco a poco, pero son ya dos años que no ha podido trabajar.
Debido a ello, Iván, de 32 años de edad, con toda una vida por delante que ahora transita con limitaciones físicas, se ve en la necesidad de subsistir como puede: lavando coches, haciendo mandados o lo que caiga.
Muchos gastos que enfrentan sobrevivientes lesionados han corrido por cuenta de familiares y amigos: se han hecho rifas, se han pedido préstamos, pero también se han encontrado con médicos de buena fe que aman su profesión y no les han cobrado algunas cirugías, aunque tienen que pagar quirófano, materiales y demás.
JETL