Cultura

Alejandra nuestra de cada día

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  • Coral Aguirre

…desde que somos un diálogo

Y podemos oír unos de otros

Hölderlin


Había decidido no escribir sobre ella hasta que no pasara un tiempo. Tantos homenajes, tantos escritores, tantos discursos, tanta palabra amorosa. Sin embargo, me conmueve Chepo al decir que de una manera u otra todos crecimos a su sombra, incluso yo a pesar de mi edad, puesto que ella me dio reparo dentro de los umbrales del proyecto más democrático y justo que alguna vez atisbé por estos pagos. Corría 1995 y Alejandra no quería una dirección de cultura, quería ¡un consejo! Nos amontonamos en el Museo Metropolitano, según me cuenta Gerardo Dávila, quien ha tenido que consultar a Gerardo Valdez porque tampoco se acordaba, y la gente de teatro vuelve esperanzada sus ojos a esa mujer pálida y fina que nos invita a hacernos cargo de nuestras propias aventuras. Somos muchos, de todas las disciplinas, pero es cierto que sobran los teatreros. Se impone entonces el voto, el primer voto para obtener una vocalía que responda por nosotros, no tengo idea a quiénes votan las otras artes, sé que la nuestra se arremolina y apunta ¡Los Gerardos! Y así van, así los llamamos a nuestros primeros vocales. Nace de esta manera callejera y linda, fraternal y esperanzada el Consejo para la Cultura y las Artes. Sin embargo, al principio del nuevo Notivox llegan horas difíciles en que todo parece debilitarse y darse vuelta, otra vez los teatreros en primera línea salimos a la palestra a defender Conarte. Guardo la foto de los periódicos donde veo la potencia de Hester Martínez, la serenidad de Javier Serna, la certeza de lo que queremos como si fueran los tiempos de los primeros derechos y otra vez lanzáramos la cartilla de la igualdad y la autonomía.

A sus logros los han enumerado hasta el cansancio todos sus colaboradores, amigos, colegas y serán más, muchos más los que se sumen seguramente, porque Alejandra Rangel soñaba despierta mientras caminaba por el bosque de Heidegger y reunía hojas de aquí y de allá, hojas que caían de los libros y de los árboles para fundar la Cineteca o mantener un festival de teatro, o mandarme a mí, la más pequeña entre su gente, al sur y al norte de la tierra nuevoleonesa que había que reconocer hasta el último palmo.

Mujeres éramos, mujeres de sueños y decires altos, María Zebadúa, Carolina Farías y Alejandra liderándonos, se van por aquí, cómo podemos hacer esto, necesitamos un diagnóstico, dónde queda el sur, qué cara tiene, cómo encontrarlo y devolverlo al centro. Y allí proveíamos nosotras, y de pronto aparecían poetas, Margarito Cuéllar, Joaquín Hurtado, a nuestro costado y Galeana tierra de chicaleros y la Sierra Madre Oriental del Potosí con sus lagunas ocultas. De pueblo en pueblo a buscar los trazos de una cultura que se esconde entre los cerros, a encontrar líderes naturales de su gente como don Tito de Aramberri o Elvira Reyna de Zaragoza. A traerle a Alejandra las pruebas de nuestro trabajo.

Quisiera estar en tu lugar, me dijo un día. Quisiera ser yo la que anda por los caminos. Entonces me quedé callada y soñé un rato con mis regresos de Mier y Noriega, La Sandia, San Nicolás de los Blanco, Emiliano Zapata, donde encontré una escuela con un maestro medio loco de necesidades y solo seis alumnos detrás de un portón de madera sin señas de ningún tipo. Ejidos y caseríos olvidados, siempre con las lágrimas a punto de saltar cuando me despedía de ellos, y le respondí: Llorarías mucho. No se sorprendió, bajó la cabeza y con rara sonrisa me dijo: Lo sé.

Luego fue el norte hasta Los Herreras y más allá. La intemperie a la que debíamos hacer frente, porque cuando decíamos Conarte nadie entendía nada y nos pedían útiles escolares y computadoras, no el don de los bienes intangibles. Nadie fantaseaba con danzas, cantos, escenas, murales, sino con la pequeña sobrevivencia del pan de cada día y había que hacer soñar a la gente que no soñaba y no sabía tampoco soñar porque nadie le había enseñado. Y a pesar de los reportes y cierta desesperación que me sucedía a veces, Alejandra imperturbable, platicaba con la siempre dispuesta María Zebadúa, y se forjaban los planes que luego derivaban en mis andanzas.

Un día me llamó a su despacho para anunciarme que iba a comenzar un ciclo de teatro escolar con la dirección del INBA y yo había sido elegida para dirigir su primera obra. Con mucha gracia y risa puso en mis manos 14 libretos y me dijo, los lees y eliges uno para pasado mañana. Ese será el proyecto. Salí desesperada, en el pasillo me encontré con Sergio García, al que apenas conocía. Le confesé mi espanto y me dijo: Yo te ayudo. Y así fue, acaso porque Alejandra llevaba el aliento largo de estas tierras donde nada es imposible.

Con los años llegaron las lecciones de filosofía con Verónica Siegling y esa hermosa gente de los miércoles…

He caminado con Alejandra sus proyectos, sus utopías y sus logros. Pero sobre todo ha sido su pensamiento el que me ha guiado en los últimos años: caminar por el bosque en un diálogo permanente e histórico con el mundo.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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