Apolonio Chavolla, con el semblante desmejorado y la tez amarillenta, fue a llevarle al doctor Canutillo los análisis de laboratorio que le había solicitado.
El médico abrió el sobre con los resultados, los leyó pausadamente, suspiró con el rostro inexpresivo, y quitándose los anteojos se dirigió en tono circunspecto al paciente quien, al ver aquella reacción del médico, ya se encontraba más amarillo que cuando entró.
- Señor Chavolla, he revisado cuidadosamente sus exámenes y debo decirle que su estado de salud se ha agravado. Le queda poco tiempo de vida.
- ¡Santo cielo, pero qué me dice! ¿Cuánto tiempo me queda, doctor?
- Yo considero que estamos hablando de 30 días.
Al escuchar eso, el señor Chavolla sintió que los ojos se le desorbitaban y poniéndose de pie exclamó con desesperación:
- ¿30 días? ¡No puede ser, doctor!
El galeno hizo un gesto con la mano como pidiéndole que tomara nuevamente el asiento.
- Mire usted, en realidad estoy hablando de 30 días hábiles porque no estoy tomando en cuenta los fines de semana ni días festivos. Eso le aumenta el pronóstico.
- Pero doctor, de cualquier manera son muy pocos días.
- Lo sé señor Chavolla. La vida misma es breve y no alcanza para hacer lo que quisiéramos hacer. Es mi deber decirle las cosas tal como son- le aclaró al tiempo que escribía el pronóstico y algunas indicaciones en una hoja membretada-. Tome usted, éste es mi informe, su expectativa de vida y algunas recomendaciones.
Una semana después, el doctor volvió a recibir la visita del señor Chavolla.
- ¿A qué debo su presencia, se ha sentido mal?
- No, doctor. Lo que sucede es que decidí hacer un viaje a Europa con mi esposa en los próximos días. Es algo que siempre quise hacer y creo que antes de morir es el momento de cumplir este sueño.
- En efecto, ya muerto sería muy complicado. Lo felicito, ¿Cuándo se va?
- Ahí está el problema, doctor. Los vuelos a Europa están saturados y encontré una oferta estupenda para el mes próximo y quisiera pedirle a usted el grandísimo favor de ampliarme el pronóstico de vida para alcanzar a ir y volver tranquilo, no vaya a ser que me dé el soponcio final durante el viaje y le endilgue un contratiempo a mi mujer. Prefiero regresar vivito y coleando.
- Entiendo, señor Chavolla, pero la ciencia médica tiene sus protocolos. Déjeme revisar su caso con mis colegas y llámeme mañana. Tal vez podamos volver a valorar su expectativa de vida.
- No puedo esperar a mañana, la oferta de la aerolínea es solamente por hoy y necesito comprar los boletos-. Chavolla sacó de una bolsa una botella de whisky con etiqueta de prestigiada marca y la puso sobre la mesa en calidad de obsequio.
El médico observó la botella pensativo un par de segundos, carraspeó y reconsideró.
- Está bien, señor Chavolla, haré una excepción con usted. Voy a anotar en este memorándum que le estoy dando un mes más de vida.
- ¿No podrían ser tres o cuatro?, digo, si no es mucha molestia. Soy una persona muy organizada y no quisiera dejar problemas de ningún tipo-. Después de decir esto, sustrajo un reloj Rolex de la bolsa interior de su saco y se lo extendió al galeno sobre la mesa.
El médico dudó unos segundos, arrancó la receta que había escrito, la hizo bolita, la tiró a la basura y comenzó a anotar de nuevo.
- Está bien, señor Chavolla. Solo por tratarse de usted haré esta excepción. Aquí tiene -le dijo extendiéndole otra receta-, 4 meses más de vida. Aprovéchelos.
Chavolla le dio la mano con enérgica gratitud y salió del consultorio. Unos días más tarde, el galeno recibió una llamada de Chavolla.
- Doctor, disculpe por importunarlo otra vez pero necesito decirle que también hice planes para hacer una fiesta de despedida al final del año, que es la época en que pueden venir mis familiares y amigos que viven en otras ciudades. Así que, si no es mucha molestia, necesito que me ayude con unos 6 meses más de vida.
-Señor Chavolla, ya le extendí la vida 4 meses adicionales. La Contraloría de Expectativas de Vida del Sindicato de Médicos me tiene muy vigilado y me pueden sancionar por despilfarro de días, usted sabe, nos tienen muy restringidos.
- Doctor, perdone que vuelva a importunarlo. Por cierto, antes de que se me olvide le cuento que ayer le compré una caja de habanos, de esos que le gusta a usted fumar en ocasiones especiales y quisiera pasar a dejársela. Es una muestra de gratitud por su comprensión.
- Ah, qué señor Chavolla. Mire, lo voy a hacer esta vez solo porque usted me cae muy bien, porque buen paciente no es. Si lo hubiera sido y hubiera seguido mis indicaciones desde el principio no estaríamos contándole los días. Está bien, puede venir por su Extensión de Vida, se la dejo en recepción con mi secretaria.
- Muchísimas gracias, doctor. Ya le avisaré de la fiesta de despedida para que esté presente. Hasta pronto.
- Señor Chavolla.
- ¿Sí?
- Cuando venga no olvide los habanos.
Seis meses después, el doctor Canutillo se encontraba leyendo el periódico cuando una nota llamó su atención. Decía:
“El político Apolonio Chavolla, a quien se le acusa de haber saqueado las arcas de Tlaxicalpongo cuando fue presidente municipal, y a quien se le había diagnosticado una enfermedad incurable con solo un mes de vida por delante, ha sido declarado prófugo de la justicia. Algunos reportes lo ubican en Europa, disfrutando del dinero público, de un amparo obsequiado por un juez y de una Extensión de Vida otorgada por un médico de su confianza”.
- Qué poca vergüenza. Hasta a mí me vio la cara. El whisky estaba adulterado, el reloj era pirata y los habanos falsos. Dónde vamos a parar con gente así- se la mentó el doctor.
Leyó bien, se la mentó.
@jmportillo