Si bien, muchas de las drogas que circulan en Estados Unidos llegaron desde el sur, muchísimas de las armas que circulan en México llegaron desde el norte. Nadie puede llamarse completamente inocente, pero casi siempre el reflector mediático internacional ha apuntado hacia nuestro lado.
Durante décadas, Estados Unidos exigía operativos en Sinaloa o Zacatecas, mientras respaldaba internamente a la industria armamentista, como si nada tuviera que ver con la violencia en municipios mexicanos. Y cuando México, decidió demandar a fabricantes o a tiendas de armas, las cortes estadounidenses respondieron con una negativa diplomática pero implacable.
Pero algo está cambiando. Ayer, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció que, en conjunto con Marco Rubio, el secretario de Estado de Donald Trump, se firmó un nuevo entendimiento bilateral. Por primera vez, Estados Unidos parece dispuesto a actuar seriamente contra el tráfico de armas hacia México. Y eso no es poca cosa.
Lo más llamativo no es el anuncio, sino el enfoque. Se trata de reforzar las operaciones desde Estados Unidos y dejar de exigirle todo a México. Investigar la trazabilidad de cada arma, desarticular las redes de distribución que las hacen llegar al crimen organizado mexicano, y realizar operativos propios que no terminen siempre en la narrativa fácil de “todo viene del sur”.
Porque no se puede combatir al narco en México si al mismo tiempo se le arma desde Texas o Arizona. Ninguna estrategia funcionará mientras un arma nueva cueste menos que un celular viejo y cruce más rápido que un paquete de Amazon. Las armas estadounidenses matan en México de forma más constante, más predecible y, muchas veces, más silenciosa. No hay campaña mediática contra ellas, ni alertas en primera plana. Las balas viajan legalmente, pero matan con la misma ilegalidad que las drogas que tanto se condenan.
Claro que México también tiene tareas pendientes. Las armas no volarían solas por la frontera si no hubiera manos corruptas en puertos, aduanas y retenes. Pero mientras no se limpien esas instituciones, y mientras Estados Unidos no cierre el caudal armamentístico, el crimen organizado seguirá siendo binacional y letal. La diferencia hoy es que por fin hay voluntad de ambas partes.