Mientras Trump exige a México frenar el tráfico de fentanilo, miles de armas cruzan en sentido contrario sin mayores complicaciones. La pregunta es inevitable: ¿qué causa más violencia, las armas que llegan de Estados Unidos a México o las drogas que llegan de nuestro país a EEUU?
Según datos oficiales, entre el 70 % y el 90 % de las armas incautadas en México tienen su origen en Estados Unidos, incluyendo rifles AK-47, pistolas Glock y ametralladoras M240. Estados Unidos es el mayor exportador de armas del mundo y, a la vez, el mayor consumidor de drogas ilegales. México, por su parte, se ha convertido en un proveedor clave de sustancias como el fentanilo. El negocio es redondo: México envía drogas, Estados Unidos las paga con armas, y los cárteles usan esas armas para fortalecer su control territorial. Es un ciclo de violencia en el que ambos países tienen responsabilidad, aunque la narrativa estadounidense insista en culpar solo a uno de los lados.
Estados Unidos tiene una responsabilidad ineludible en esta crisis. En teoría, conseguir estas armas debería ser un problema para los criminales, pero en la práctica es casi tan fácil como comprar un celular. Con más de 75,000 tiendas de armas en Estados Unidos—muchas de ellas cerca de la frontera—, el acceso a armas es alarmantemente fácil para los cárteles mexicanos y el tráfico ilegal se ha convertido en un negocio multimillonario.
El Gobierno de México ha insistido en que reducir el tráfico de armas es clave para disminuir la violencia. Sin embargo, los intentos por frenar este flujo han sido insuficientes. La demanda interpuesta contra fabricantes de armas en Estados Unidos fue desestimada por una corte de Boston, y los controles fronterizos siguen siendo laxos. Mientras tanto, la administración de Donald Trump ha impulsado medidas que facilitan aún más la compra y portación de armas, alineándose con la Asociación Nacional del Rifle y la industria armamentista.
México enfrenta un desafío monumental. A pesar de los esfuerzos por fortalecer las aduanas y los controles fronterizos, la entrada de armas ilegales sigue siendo preocupante. Entre 2022 y 2023, se incautaron más de 50,000 armas a grupos criminales. Sin embargo, estas cifras representan solo una fracción del total que ingresa al país. Se estima que entre 200,000 y 500,000 armas cruzan la frontera cada año de manera ilegal.
Mientras La Casa Blanca exige acciones enérgicas contra el tráfico de fentanilo y amenaza con sanciones económicas si México no frena la migración ilegal, el flujo de armas sigue sin mayores restricciones. El negocio de las armas es demasiado lucrativo como para esperar cambios significativos en el corto plazo. En los últimos 25 años, la industria armamentística estadounidense ha duplicado su tamaño, vendiendo más de 100 millones de armas desde 2017.
La falta de acción de Estados Unidos tiene un costo humano incalculable. Cada arma que cruza la frontera alimenta la violencia en México. La complicidad no se limita a los traficantes pues los cárteles no necesitan comprar armas directamente en las armerías estadounidenses, existen intermediarios que se encargan de entregar los cargamentos en ciudades fronterizas, listos para ser transportados a México.
No basta con combatir el tráfico de armas o drogas por separado; ambos son parte del mismo problema. Estados Unidos debe endurecer la regulación de armas y frenar su exportación ilegal. Solo con una estrategia conjunta y acciones coordinadas se podrá garantizar una región más segura. Lo he escrito durante años: sin cooperación real, la crisis seguirá vigente.