Política

Los Jesuses Israeles

Llevaba poco más de dos años guardado en un rincón “especial” que tengo en uno de mis libreros, pero el asesinato del joven Jesús Israel N, en el CCH de la UNAM, me hizo romper la promesa de no enredarme con textos que rebasaran las 650 páginas.

La rompí porque sabía que Ampliación del campo de batalla, de Michael Houellebecq, me daría algunas pistas para entender las razones sociopáticas por las cuales Lex Ashton reveló en sus redes que “La escoria como yo tiene la misión de recoger la basura”. Afortunadamente la intervención de un trabajador y un puñado de jóvenes evitó una tragedia mayor, porque el plan de Ashton era “chingar a seis cabrones, pero solo se pudo uno, porque otro pendejo me agarró”.

Además de un buen diagnóstico psiquiátrico, la respuesta a por qué un adolescente es capaz de cometer una atrocidad de este tamaño, se encuentra en las páginas de Ampliación del campo de batalla, donde se narra la vida de un tipo sin nombre que como programador informático ganaba un salario 2.5 veces más alto al del profesionista promedio, en la Francia de los noventa.

Con un divorcio a cuestas, una vida sexual apagada, un físico poco agraciado, la salud precarizada a causa del exceso de descuido y un hastío punzante que infectaba cada una de las interacciones sociales a las que se veía empujado, al antihéroe de esta primera novela de Houellebecq, la vida le resulta vacía, aburrida, intrascendente, carente de sentido, porque el éxito laboral prometido por la sociedad liberal de mercado deriva en un empobrecimiento absoluto existencial, donde “las relaciones humanas se vuelven progresivamente imposibles”, reduciendo las posibilidades de sumar la serie de “anécdotas de las cuales se compone una vida”.

Además de unas cuantas salidas a bares y cafés, la existencia se reduce a lo mismo: trabajar, trabajar, trabajar y trabajar, sin posibilidad de interactuar con nadie los fines de semana, de ahí que este ingeniero sin nombre prefiera quedarse en casa, para poder ordenar un poco y “deprimirse amablemente”. Así, la vida pesa, cansa, hastía, duele, incluso, mata.

Proporciones guardadas, seguramente esto, y mucho más, ha venido sintiendo Lex Ashton. Ahora la pregunta es: ¿Cuántos Lexs Ashtons sufren y traman en silencio la manera de borrar del mapa escolar a los Jesuses Israeles que, un día de tantos, se atreviesen por su camino?


Google news logo
Síguenos en
Pablo Ayala Enríquez
  • Pablo Ayala Enríquez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.