En días recientes, hemos presenciado una distorsión del debate público en Estados Unidos. Mientras en Los Ángeles estallan protestas con una mezcla de expresiones y símbolos culturales —incluidas banderas mexicanas—, desde el ala más radical del trumpismo empiezan a escucharse voces que buscan culpar a México de ese descontento. Literalmente.
El activista Charlie Kirk llegó al extremo de afirmar que Claudia Sheinbaum, presidenta de México, representa una amenaza mayor para Estados Unidos que Vladimir Putin. En un video difundido a millones de seguidores, aseguró —falsamente— que desde México se estaba alentando un levantamiento interno en territorio estadounidense. La narrativa, por absurda que parezca, fue retomada por Kristi Noem, Secretaria de Seguridad Nacional, quien en conferencia de prensa condenó a la presidencia mexicana por “alentar protestas violentas”.
La verdad no podría estar más lejos.
Lo cierto es que la presidenta mexicana, lejos de alentar disturbios, ha condenado tajantemente la violencia. Y, a diferencia de muchos otros líderes mundiales, Claudia Sheinbaum ha mantenido una relación estable con Washington, colaborando en el combate al narcotráfico, migración y el flujo de fentanilo.
Este contexto fue eje del análisis en El Canal del Pueblo, un espacio televisivo donde se abordó —junto a periodistas, analistas, abogados en migración y el director editorial de Notivox Hidalgo, Miguel Ángel Puértolas — el endurecimiento migratorio, los límites legales en EE.UU. y la responsabilidad compartida entre ambos países. Y lo que quedó claro, en cada intervención, fue que no se trata de un fenómeno unilateral ni ajeno: México está profundamente implicado, tanto como frontera como actor geopolítico.
Puértolas recordó que, paradójicamente, millones de mexicanos votaron por Trump, empujados por el temor a los nuevos migrantes latinoamericanos, en especial venezolanos.
La mesa fue también un espacio de tensión y confrontación. Leonardo Valadez retrató el contraste entre la migración privilegiada y la forzada, concluyendo que no se debe exigir respeto afuera mientras se niega dentro.
Pero más allá de la frontera, el problema es sistémico. El modelo económico global se está reconfigurando y México no puede seguir actuando como si estuviera en los márgenes. Lo concluyó Puértolas: “Estamos en el umbral de una nueva guerra fría, y México forma parte del bloque norteamericano. El T-MEC no es sólo un acuerdo comercial, es un pasaporte geopolítico. Y necesitamos definir nuestra postura frente a los bloques que ya se alinean: EE.UU., China, Rusia, Europa”.