Cuando la Universidad de Bolonia, la primera en Occidente se fundó en 1088, se pensó en un espacio donde el conocimiento guiara a la humanidad. Nueve siglos después, ese ideal civilizatorio está en riesgo: las universidades atraviesan hoy una policrisis que amenaza con volverlas irrelevantes.
Nature lo advierte en su número reciente (25/09/2025): la educación superior enfrenta en todo el mundo un riesgo existencial: escasez de financiamiento, pérdida de prestigio social, caída demográfica y, por si fuera poco, una disrupción por la inteligencia artificial.
El resultado es una tormenta perfecta: en Reino Unido hay campus al borde de la quiebra; en Japón y Corea del Sur, instituciones cierran por falta de alumnos; en EE.UU., 68% del profesorado es temporal, lo que erosiona calidad y estabilidad. En paralelo, universidades son percibidas como elitistas, alimentando la desconfianza hacia la ciencia y el conocimiento.
El diagnóstico es contundente: si no se reinventan, las universidades podrían perder la relevancia que les dio origen. México no está al margen. Aquí asoman síntomas semejantes: escasez de recursos, caída en el número de aspirantes, concentración de la matrícula en un puñado de programas, y una tasa de abandono que ronda el 30%. A la par, la IA vuelve incierto el futuro del trabajo.
¿Qué hacer? Destaco cinco recomendaciones urgentes: 1. Reforzar el papel público de la universidad, mostrar, todos los días, su impacto social; 2. Diversificar la matrícula, desarrollar programas más cortos y flexibles, con micro-credenciales y portabilidad de créditos; 3. Revalorizar el humanismo, no reducir la misión universitaria al aprendizaje técnico, sino enfatizar la ciudadanía crítica y la creatividad; 4. Adoptar nuevas pedagogías con IA, donde el docente no sea mero transmisor de información, sino creador de experiencias de aprendizaje; y 5. Transformar la universidad desde dentro, volcar la capacidad innovadora de las propias instituciones sobre sí mismas.
Estamos en un momento bisagra. O reinventamos nuestras universidades como motores de talento, innovación y cohesión social, o el sueño de Bolonia se verá reducido a una sombra. En México, apostar por universidades sólidas, innovadoras y humanistas no es un lujo: es condición de futuro.