¿Puede regresar a México la disposición autoritaria generadora del 2 de octubre de 1968? Parece imposible.
Frente al montaje represor del autoritarismo de aquellos años de predominancia del tricolor y de instrumentalización del Ejército mexicano contra el movimiento estudiantil y popular con el cual inicia paradójicamente un conjunto de iniciativas impulsoras del cambio democrático, tenemos una larga estela de avances y también etapas de controversiales tropezones.
Aquella tarde del miércoles 2 de octubre del 68 desde el tercer piso de edificio Chihuahua, elementos del Batallón Olimpia, elite de las fuerzas armadas, tras la bengala lanzada por un helicóptero del gobierno de entonces, dispararon contra integrantes del Ejército quienes, se dice, interpretaron eso como agresión detonando el avance de los soldados a tiros sobre la multitud estudiantil localizada así entre dos fuegos.
Compromiso contra la desigualdad encarnado en políticas públicas; conciencia activa para la promoción de la justicia; ratificación de un presente y futuro humanista y al lado de la comunidad; herencia de una voz y una lucha viva, enumera en su mejor discurso político del primer año de la administración la jefa de Gobierno, Clara Brugada. Y también en la acción. Ante las provocaciones lesivas y violentas del bloque negro se impuso ayer, en plena concordancia ideológica, el equilibrio de la respuesta de seguridad; debe haber reconocimiento a la Policía resistiendo tan profesional como estoicamente.
La población gobernada por la presidenta Claudia Sheinbaum, lideresa estudiantil de mediados de los 80 y promotora, como la jefa de Gobierno, de una memoria libre de nostalgias y heredera de tradición de lucha, opuesta tanto a los autoritarismos priistas como al sectarismo de algunas izquierdas en desesperación guerrillera, defiende a la nación entera como un territorio de paz.
La verdadera herencia del 68 será de izquierda o no será.
La democracia mexicana es hija parcial de la matanza de Tlatelolco. Cuando Sheinbaum mencionó “2 de octubre no se olvida” en su conferencia matutina subrayó la no repetición de crímenes de Estado. Desde el 2024 hay reconocimiento gubernamental de la masacre como crimen de lesa humanidad. Brugada retoma la estafeta en la Plaza de las Tres Culturas. Compromete ultimar los casos pendientes desde hace 57 años —300 estudiantes con una bala “mataron” a un soldado cuyo cuerpo nunca se presentó—, evocó a Palestina, al genocidio en Gaza, a las y los jóvenes del 68 como parte de una ética conectando pasado y presente.
En Tlatelolco, Marcia Gutiérrez Cárdenas recordó al movimiento “democrático, libertario y popular”. Félix Hernández Gamundi hizo el puente explícito: así como en 1968 el mundo se movilizó contra Vietnam y los autoritarismos, hoy debe hacerlo para detener la guerra en Gaza.
Sheinbaum y Brugada son herederas de la memoria transformada. El 68 no fue del PRI. Que nunca lo sea.