Política

Las Poquianchis en Jalisco

  • ¡Ahí Les Voy!
  • Las Poquianchis en Jalisco
  • Leonardo Schwebel

El imperio de Las Poquianchis se asentó entre Jalisco y Guanajuato. Fue un entramado de horror disfrazado de negocio, que estremeció al país. Y, sin embargo, con el paso del tiempo, se volvió casi una leyenda oscura, una especie de mito popular más cercano a la ficción que a la verdad.

Se escribieron libros, como el de Jorge Ibargüengoitia; se filmaron películas, como la de Felipe Cazals; se produjeron series televisivas, como la más reciente de Luis Estrada. Pero ninguna de esas recreaciones alcanza a mostrar la magnitud de lo ocurrido. Todas se quedan cortas.

Y no lo digo yo. Lo dice un testimonio de primera mano: la madre del historiador Luis Ángel Vargas Reynoso, quien en el programa Cambios de Telediario Guadalajara relató lo que ella misma vivió y atestiguó en Lagos de Moreno y en el burdel “Guadalajara de Noche”. Ella vio el miedo en los rostros, escuchó los gritos, percibió ese ambiente en el que la vida de una mujer podía reducirse a mercancía.

La historia oficial nos habla de números: cuántas víctimas, cuántos años de condena, cuántos cadáveres aparecieron. Pero más allá de las cifras —a veces infladas, a veces minimizadas— lo importante es reconocer la esencia del fenómeno: la explotación de mujeres y niñas como mercancía.

Han pasado más de 60 años desde aquellas atrocidades y, sin embargo, la historia sigue repitiéndose. Hoy no se llaman Las Poquianchis, ni tiene un rostro tan visible como el de esas hermanas. Hoy son redes nacionales e internacionales de trata, estructuras mucho más sofisticadas, pero con la misma lógica perversa: aprovechar la vulnerabilidad, atrapar a las víctimas y luego explotarlas sin piedad.

Ahora se engatusa por internet, a través de redes sociales, con promesas de trabajo, dinero fácil o incluso amor. Y el resultado es igual o peor: mujeres sometidas, abusadas sexualmente, prostituidas y, muchas veces, desaparecidas.

El error es creer que las Poquianchis quedaron en el pasado, como un capítulo cerrado de la historia criminal mexicana. 

Las Poquianchis no son un recuerdo. Son una advertencia. Y si no aprendemos la lección, seguiremos condenados a que la historia se repita, con otros nombres, con otras máscaras, pero con las mismas víctimas invisibles de siempre. 


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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